Remco Evenepoel bajó de su bicicleta y sobre la misma línea de meta, a los pies de la Torre Eiffel, abrió bien los brazos para abarcar la historia: es el primer ciclista en ganar el oro en la contrarreloj y la prueba en línea de unos mismos Juegos Olímpicos.
El ciclón belga empezó a moverse a falta de 70 kilómetros con un primer acelerón que puso en fila la cabeza del pelotón y empezó a seleccionar los corredores que podrían luchar por las medallas. Una salva, más que un ataque, para anunciar que ahí empezaba su carrera.
El neerlandés Mathieu Van der Poel recogió el guante y en la primera subida a Montmartre incendió los adoquines con un ataque durísimo al que respondió su más íntimo rival, Wout Van Aert, un corredor al que lleva enfrentándose desde que eran niños.
El belga, que lo tenía vigilado de cerca, cerró el hueco para devolver la carrera a manos de su jefe de filas. Ese no era el lugar que tenía señalado en rojo Evenepoel.
«Sabía que Montmartre no era la ascensión que mejor me venía. Las otras dos subidas se adaptaban mejor a mí y cada vez que pasamos por ellas fui con todo», explicó el doble campeón olímpico. «Y ha salido bien. ¿Qué puedo decir?».
Con esas arrancadas, Evenepoel reventó el pelotón y fue descolgando uno a uno a los valientes que aguantaban su rueda hasta quedarse en solitario. Quizá su mayor sufrimiento fue el pinchazo que sufrió a menos de 4 kilómetros para meta, pero de haber sabido la distancia que llevaba a sus perseguidores no habría perdido tanto los nervios.
Incluso con problema mecánico, Evenepoel tuvo tiempo de levantar el pie en la recta de meta, bajar de su bicicleta, y dejar una imagen para la historia.