
El mandamás de la FIFA, Gianni Infantino volvió a comparar el Mundial de futbol con uno de los eventos deportivos más sagrados de Estados Unidos: el Super Bowl. El suizo lanzó una frase que sonó más a declaración de superioridad que a elogio mutuo: «El Mundial será como 104 Super Bowls en un mes». Sí, leíste bien. No uno, ni dos. Ciento cuatro. Y todo en treinta días.
Su comparación, que ya había lanzado meses atrás en un evento en Nueva York, volvió a hacer. Citando cifras de audiencia mundial -que en efecto, superan con creces las del Super Bowl-, Infantino puso sobre la mesa una ecuación mediática: si un Super Bowl alcanza los 120 millones de espectadores, la Copa del Mundo, con sus 6 mil millones a lo largo de un mes, equivaldría a ver tres Super Bowls por día.
Y aunque los números podrían darle algo de razón, la analogía le salió cara. Las redes sociales estallaron, los analistas deportivos afilaron sus argumentos y los aficionados de la NFL defendieron su santuario con capa y escudo. Porque una cosa es el alcance global del futbol y otra, muy distinta, la mística del Super Bowl como evento cultural, social y deportivo.
Al final, lo que parecía una frase publicitaria se convirtió en un sutil desdén. Infantino no solo comparó, sino que jerarquizó. Hizo menos. Y en un país donde el Super Bowl es más que deporte -es identidad, es ritual, es espectáculo-, eso no se perdona tan fácil.
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